Razones por las que el arte impacta y cambia nuestra vida

El arte como destructor de mitos y transformador de realidades.

El arte es una especie de innata unidad que se apodera de un ser humano y lo convierte en su instrumento. El artista no es una persona dotada de libre albedrío que busca su beneficio, sino arte que permite hacer realidad su propósito a través de él.

Carl G. Jung

La postmodernidad ha desdibujado los límites entre el arte y la realidad, intenta separar la creación artística de la vida cotidiana y es una posición que carece de sentido en este contemporáneo mundo globalizado. Pero, ¿qué es el arte? Empezaremos a definirlo como un constructo que es todo y nada al mismo tiempo. “Todo es arte, nada es arte”, el proceso de estetización de la existencia ha generado que la imagen deje de ser algo aparente para convertirse en lo real mismo. Aunque esto no fue así siempre, el concepto de arte ha evolucionado como nuestra especie, a lo largo de miles de años, pero siempre ha estado ligado a las experiencias estéticas, que son formas de vincularnos a la realidad por medio de las emociones que tienen como valor primordial la belleza.

Así, en un primer momento se definió el arte como mimesis, es decir, la copia de la realidad o la imitación de la belleza natural para nuestra contemplación; sin embargo, este concepto plantea distintas paradojas, la primera de ellas es, ¿se imita lo real o lo real en su expresión ideal? La respuesta a esta pregunta contradice su definición: los seres humanos preferimos lo ideal por sobre lo real, lo que nos lleva a un problema aún más complejo, si el arte mimético imita la realidad, entonces, ¿partimos de un consenso de que es lo real?; aunque dicho consenso no existe, por lo que la subjetividad puede llevarnos a definir lo real a través de múltiples posturas que van desde el materialismo dialéctico hasta el psicoanálisis; además, es importante señalar que lo real no es necesariamente bello, por tanto, esta carencia del ideal buscado —la belleza— hace inviable la mimesis.

Posteriormente, y si se atiende a esta última idea, el concepto de arte se transforma y hace referencia a la producción de lo bello; sin embargo, al no existir un acuerdo universal sobre la belleza y a la subjetividad que la rodeó a partir de los movimientos romanticistas del siglo XIX, el término arte empieza a utilizarse como sinónimo de expresión, desplaza la definición de la obra al artista, con todas sus motivaciones y emociones.

Esta postura romanticista le dio un tinte lleno de elitismo y aristocracia a la producción artística. Es así como a principios del siglo XX, nacen las vanguardias, que buscaban generar un choque en las instituciones y reconciliar el arte con la vida. Las vanguardias proponen un arte que denuncie y llegue a todos los estratos de la sociedad. Es con esto que llegamos al próximo concepto de arte, como arma revolucionaria de la existencia; sin embargo, entender el arte desde esta perspectiva tan crítica puede generar un efecto inverso al deseado de dos formas: ser de avanzada y provocar rechazo en la sociedad o ser asumido como mercancía, lo que sumergiría el arte en un pozo más profundo que el elitismo: el pozo del mercantilismo.

Esta mercantilización del arte hace que se pierda el sentido y el valor de la creación, convierte en mercancía las almas que una vez intentaron alcanzar la libertad a través de la expresión de sus ideas. El arte es como Sartre definió la existencia humana, libertad sobre todas las cosas, intentar esclavizar la creación artística es absurdo y desvirtúa por completo su fin último, ser un mecanismo de espiritualidad y trascendencia.

Este carácter superior otorgado al arte, nos lleva a nuestra siguiente definición: el arte no se define. Por tanto, la imposibilidad de precisar el arte, la ausencia de definición, es la única definición posible. El arte es trascendencia y es realizado por artistas, siendo estos todos los seres humanos, y nuestra vida en plenitud una inmensa obra de arte desde el primer respiro hasta el último suspiro, hecho que hace imposible su definición a través de la palabra.

Nos encontramos entonces en una era de creación y expansión de la conciencia artística sin precedentes, dejando las clasificaciones conocidas a un lado y creando un nuevo lenguaje para explicar el arte contemporáneo. El arte es vida, y como los ciclos evolutivos debe nacer para luego morir. “El arte ha muerto”, exclama Arthur Danto, para hacer referencia a ese proceso infinito de producción y expresión. Vivimos la era del fin de la historia del arte, de la reinvención y el renacimiento perpetuo.

Danto, crítico de arte, creó un nuevo paradigma y nos ayudó a discernir en el denso mundo contemporáneo entre objetos artísticos y meros objetos, nos presentó un modelo de crítica de corte humanista en el que la obra artística es valorada a través de las ideas que encarna y las actitudes que provoca. Sus ideas sobre la muerte del arte son una magistral redefinición del concepto del arte, y el punto de partida para un nuevo lenguaje universal que integre ideales, sentimientos y creación en un cúmulo sublime de sabiduría.

Regresemos a la pregunta original, y colocándonos en la frontera del siempre neutro relativismo, repetimos como un mantra “arte es todo y arte es nada”. Somos instrumentos del arte, y el arte es un instrumento para nuestra salvación. Desde la geometría de una flor, pasando por la progresión divina en una concha marina, hasta las pinturas de Rembrandt o la irreverencia de Warhol; el arte nos posee y nosotros poseemos el arte, en una simbiosis exquisita que nos eleva al plano más alto de la trascendencia universal.