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Nahui Olin: El deseo infinito de ser

Musa, pintora y poeta, Nahui Olin es, en la historia del México posrevolucionario, la representación de la mujer dueña de su propio destino: artístico y sexual. Desde 1945, año de su última exposición, la presencia de Olin, fallecida en 1978, se perdió hasta su resurgimiento en 1992. Presentamos el nuevo capítulo contenido en la reedición de Nahui Olin. La mujer del sol (Circe, 2017), basado en fotografías y documentos inéditos, que comenzará a circular en librerías del país

En 1913 nació la hija del general Manuel Mondragón: Carmen Mondragón. Mirada hipnotizante que seducía a cualquiera, carácter fuerte y extravagante… la hija del general pudo haberse convertido en la representante de la belleza, el cambio y la sexualidad de los años 40. Sin embargo, la pintora y poeta poco a  poco comenzó a tener la relevancia que siempre debió poseer.

 Carmen pudo tener la vida de ensueño que cualquier joven acaudalada podía desear, ser sencilla y sin pretensiones, sombra de algún general o político importante que se convirtiera en el orgulloso esposo de una mujer hermosa. Carmen decidió ir por otro camino, su espíritu siempre quiso más. El destino le deparaba una vida muy diferente, y ni ella hubiera imaginado aquel futuro lleno de altibajos.

Su infancia estuvo colmada de lujos y viajes. Estudió en el colegio Francés y a los 20 años su padre, se dice, le propuso la genial idea de contraer nupcias con el militar Manuel Rodríguez Lozano, quien después se convertiría en pintor, contemporáneo de Diego Rivera, Rufino Tamayo y creador del grupo experimental de teatro Ulises.

Ambos recorrieron Europa y conocieron a pintores de las vanguardias como Braque, Matisse y Picasso. Sin embargo, en ese viaje ocurrió el asesinato del primer hijo. Según Manuel Rodríguez Lozano, en un ataque de locura, Carmen estranguló a la criatura hasta la muerte, sin embargo, nunca se supo si la historia fue real o implemente un invento del pintor.

Cuando regresaron a México, Carmen abandonó a Manuel y empezó su épico romance con el Dr. Atl. Él se convirtió en una influencia tan grande en la joven, tanto que ella decidió cambiarse el nombre por Nahui Olin y comenzar una carrera como pintora y poeta.

“Amor eterno, amor Atl, la palpitación de mi corazón es el sonido de tu nombre, que amo con toda la frescura de mi juventud, único ser que adoro, moja los ojos de tu amada con el semen de tu vida, para que se sequen de pasión, quien no ha…y será, más que tuya”.

Nahui Olin y el doctor Atl fueron la dupla perfecta y explosiva que causaba terremotos intensos de pasión en el convento de la Merced, su hogar. Vivían cada momento como si fuera el último, como si quisieran consumirse de pasión y resucitar al siguiente día para comenzar otra vez. El Doctor Atl y Nahui Olin formaron una dupla excéntrica que vivía su día a día con tanta pasión que las discusiones, los celos y el romance, poco a poco los consumieron.

 El Doctor Atl celaba a la pintora porque constantemente posaba desnuda para otros pintores y fotógrafos, probablemente para celebrar su libertad y derecho a decidir su vida: no seguir las reglas impuestas por el general, encontrar su camino, seguirlo y vivirlo como le pareciera mejor. Su cuerpo fue el medio para expresar tanto su libertad como su sexualidad; era la extensión que le permitía alcanzar a alguien más y unirlo a su existencia. Por ello, posó desnuda para el fotógrafo Edward Weston en Hollywood.

A pesar de la desdicha, Nahui Olin vivió 40 años más. En soledad, obsesionada con la vida pasada, algunos rumoran que se llenaba la cara con polvo blanco y se acercaba a la Alameda Central para vender su cuerpo por algunos centavos. Otros días se sentaba y sacaba de su bolsa algunos trozos de carne para  alimentar a los gatos, a los que adoptaba y llevaba a su casa, después, si morían, los disecaba y dejaba como adorno. Peor, el único adorno verdadero que la acompañó en esos días de locura fue el par de ojos verdes que nunca perdieron el brillo ni el color. Aquellos que tuvieron el valor de mirar el funeral del Dr. Atl en Bellas Artes y no estaban deshechos como lo estaba su dueña.

 

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